Tributo a Quilapayún - Hernán Corral y Gonzalo Rojas

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Profesor Hernán Corral Talciani


Quilapayún en la Uandes

Dentro de las actividades de extensión que realiza la Universidad de los Andes el próximo miércoles 11 de noviembre se llevará a efecto un Concierto sinfónico coral en el que la Camerata y Coro de esta Universidad junto al Coro de la Universidad de Santiago y el Coro de Estudiantes UC interpretarán diversos temas de grupos y solistas que forman parte del movimiento musical llamado “La Nueva Canción Chilena”. Se incluirán melodías y canciones de Los Jaivas, Congreso, Quilapayún, Inti-Illimani e Illapu. El anuncio de esta actividad provocó una sorpresiva, y para muchos desconcertante, reacción del profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Gonzalo Rojas Sánchez, quien también dicta clases en el Instituto de Historia de la Universidad de los Andes. Después de pedir explicaciones a sus autoridades, comunicó públicamente que dejaría de ejercer la docencia en esta última institución, porque el acto programado iba contra los “bienes culturales y morales” que ésta debía promover.

Como soy amigo de Gonzalo Rojas desde más de treinta años, le envié un mensaje electrónico en el que le decía que su reacción me parecía desproporcionada, y que, al contrario de lo que sostenía, el concierto podía ser una señal para los alumnos de que nuestra Universidad estaba abierta a todo lo bueno y lo bello que producen los hombres. Muy a mi pesar, Gonzalo no sólo perseveró en su decisión, sino que la difundió a través de una breve columna que tituló “Tres derrotas”, en la que sintomáticamente alude conjuntamente a su renuncia por la supuesta abdicación de principios de la Universidad de los Andes, a la pérdida por parte del gremialismo de las elecciones en la Feuc y a la escasa presencia de libros que promuevan una “sociedad libre y responsable” en la Feria del Libro de Santiago. Estas son sus palabras textuales: “Grupos y solistas que han promovido la lucha de clases, el odio, la violencia y que reniegan de todos los bienes culturales y morales que debe promover la Universidad de los Andes, recibirán en unos días más un Tributo orquestal y coral. Impresionante señal para los alumnos de lo que es ‘bueno y bello,’ como calificó esa música un destacado profesor de la universidad. Segunda derrota.

Por eso ha sido necesario avisar a las autoridades respectivas que con fecha 1º de diciembre, al concluir mi docencia actual en esa Universidad, dejaré de prestar servicios en esa Casa de estudios” (https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=10153333320072424&id=16518362423&substory_index=0).

Me apresuro a reclamar la paternidad de la frase sobre “lo bueno y lo bello”, y le agradezco a Gonzalo Rojas el calificativo de profesor “destacado” (aunque uno también puede destacar por atributos o conductas negativas). Lo lamentable es que la frase fue descontextualizada con el propósito de inducir a pensar a los lectores que un profesor de la Uandes llegaba al extremo de considerar toda la música compuesta por los grupos y solistas del Concierto de marras como algo “bueno y bello”.

Pero más allá de las disputas retóricas, me preocupa profundizar en la cuestión de fondo, que podría plantear de esta manera: ¿es correcto que una Universidad incluya entre sus actividades de extensión cultural obras artísticas de personas que públicamente han defendido posiciones políticas y conductas contrarias a los principios esenciales sobre los que se construye su identidad? ¿Es esto una muestra de pluralismo y apertura o más bien una renuncia y claudicación a la defensa de sus principios fundacionales?

La cuestión atañe, a mi juicio, a toda Universidad, ya que todas adhieren a algún núcleo de principios o valores básicos que les confieren sentido e identidad. Hasta aquellas que se declaran laicas y pluralistas, con esa sola afirmación están diciendo que basan su acción en grandes ideas que orientan su actuación. Para comprobarlo basta con analizar un conflicto que en estos mismos días se produjo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile: un grupo de alumnos hizo una manifestación en contra de una visita y conferencia del Embajador de Israel, tras lo cual en “asamblea extraordinaria” de Escuela se habría determinado que no podrían admitirse más actos de esta especie en sus aulas. El Centro de Estudiantes en declaración pública calificó la conferencia del embajador como “ejercicio de limpieza de imagen” del Estado de Israel, el que habría “perpetrado constantes y permanentes violaciones a los DDHH de los ciudadanos palestinos como política de Estado” (Ver texto). El Decano Davor Harasic y un amplio grupo de profesores se manifestaron en contra de estas acciones, a las que calificaron de contrarias al pluralismo y la libertad de expresión que inspirarían a la Casa de Bello. Se trata, por cierto, de una controversia nuevamente sobre cómo deben aplicarse los principios institucionales en una Universidad en relación con las actividades culturales o de extensión que se llevan a cabo en ella.

Volvamos a la polémica sobre la Uandes y su Concierto musical. Coincidimos con Gonzalo Rojas en que la promoción de la lucha de clases, el odio y la violencia resulta contraria a los principios del ideario de la Universidad de los Andes, que se fundan, por el contrario, en la dignidad de toda persona humana, su vocación social y la primacía del bien común (Ver misión, visión e ideario).
Pero la cuestión es si por el solo hecho de interpretar una o más obras musicales de determinados autores se incurre en la promoción de esos valores contrarios a los principios universitarios. Pensamos que debe distinguirse entre la calificación ética de la persona y su conducta, de aquella que debe recaer sobre una o más de sus producciones intelectuales. El primero puede ser reprobatorio sin que por ello esa calificación se extienda necesariamente a la obra. A la inversa, un hombre virtuoso puede producir una obra que sea moralmente censurable.

De esta manera podemos convenir en que, al menos en una parte de sus vidas y por diferentes motivaciones derivadas de los contextos históricos, los autores de las canciones que componen el Concierto han profesado la ideología marxista y, en virtud de ella, han sido partidarios del materialismo ateo, la lucha de clases, la exaltación del odio al enemigo y de la violencia como forma de acción política. Pero, a diferencia de Gonzalo Rojas, pensamos que no por ello toda su producción musical a lo largo de tantas décadas merece ser tachada de promotora de esos antivalores. Extremando las cosas, uno podría admirar la belleza de algunas acuarelas pintadas por Adolf Hitler sin que ello signifique que se está aprobando ni menos promoviendo su ideología nacionalsocialista ni solidarizando con su infame conducta. Por eso mismo no vulneraría los principios de la Universidad un recital que incluyera poemas de Neruda, por el hecho de que éste haya abrazado la causa comunista e incluso ser autor de una oda a Stalin. Lo mismo podría decirse de una exposición con pinturas de Roberto Matta o de Pablo Picasso. Si pasamos de la posición política al comportamiento moral, me temo que serían muy pocos los autores de obras artísticas que podrían pasar un examen escrupuloso de comportamiento: por de pronto habría que eliminar a Elvis Presley, Joan Baez, Frank Sinatra y hasta los mismos Beatles, a los que en su momento se les conoció como apologistas de los alucinógenos, al punto de que se especuló que su canción “Lucy and the Sky with Diamonds” incluía un mensaje oculto en su mismo título ya que sus iniciales conforman la sigla LSD, con la que se conoce una de las principales y más peligrosas drogas psicodélicas.

Ante ello se podría decir que en el Concierto se vulnerarán los principios de la Universidad, no por la historia personal de los compositores, sino porque sus mismas obras musicales fomentan la lucha de clases, el odio y la violencia ilegítima. Lo cual podría extenderse a obras que promovieran el racismo, el totalitarismo, la explotación de los más vulnerables, la persecución política o religiosa, etc. Es cierto que algunas de las obras musicales de los autores incluidos en el concierto pueden considerarse contrarias a los principios de la Universidad de los Andes por exaltar la lucha de clases, legitimar la violencia como forma de acción política y propiciar la persecución por razones ideológicas, sobre todo aquellas con el que se intentó apoyar el proyecto político de la Unidad Popular, a principios de la década de los setenta del siglo pasado. Centrándonos en Quilapayún, –que parece ser el más cuestionado de los artistas incluidos en el concierto–, es manifiesto que varias de sus canciones presentan expresiones agresivas y amenazantes que exacerbaron la división política del país en dicha época: “Por el paso de Uspallata, qué barbaridad, el momiaje ya se escapa, qué felicidad. En Uspallata hacen nata, que se vayan y no vuelvan nunca más” (La batea). Similares juicios pueden hacerse de otras composiciones como “Himno a la Unidad Popular”, “Himno del MIR” o “El tomate”. Pero en la amplia trayectoria musical del grupo, sobre todo después de su rompimiento con el Partido Comunista y su acercamiento a Roberto Matta, aparecen temas que no presentan ese carácter agresivo y panfletario, y que incluso pueden entenderse como llamados a la solidaridad y a la colaboración entre los hombres. Una de ellas es “La muralla”, cuya letra bien puede leerse como una invitación a cooperar en la construcción de lazos de paz y la negación de la fuerza bruta: “Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos los negros, sus manos negras los blancos, sus blancas manos. Una muralla que vaya desde la playa hasta el monte desde el monte hasta la playa, allá sobre el horizonte”. Algo similar podría decirse de canciones como “La Paloma”, “Mi patria”, “El forastero”, “Arriba en la cordillera”, “Como la flor”, “Caleuche”, “Amar es mar”, etc..

Por lo que sabemos, el concierto sinfónico coral se incluirán sólo obras de este último tipo (que son las de mayor valor artístico), de manera que no existirá ninguna lesión a los principios fundacionales de la Universidad, sino más bien una aplicación de ellos. El acto podrá mostrar que no hay prejuicios ni exclusiones de obras que son en sí mismas buenas y bellas, con independencia del pensamiento o la conducta política de sus autores. Como señala el nº 6 del “Ideario” de la Uandes, “La Universidad acoge el debate de las ideas. La búsqueda de la verdad se realiza a través de diálogo interdisciplinario que presupone el respeto a la dignidad de las personas por encimas de las ideas que ellas sustenten y la noble aceptación de la crítica intelectual”.
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Columna original publicada el 08 de Noviembre de 2015
(http://valpodebates.blogspot.cl/2015/09/los-aportes-fundamentales-de-la.html)


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Profesor Gonzalo Rojas Sánchez



No, eso no se hace.

Ha llegado el momento de hacer un resumen final y unas breves consideraciones sobre el triste episodio relativo al Tributo de la Universidad de los Andes a los grupos de músicos marxistas.

Es útil, porque deja constancia de lo sucedido en su globalidad, y es de justicia, porque le ofrece una última oportunidad de reflexión a quienes han sostenido desde aquella Universidad una postura que no esperábamos.

Primero, el resumen de lo sucedido.
La Dirección de extensión de la Universidad invita a presenciar un Tributo orquestal y coral a Quilapayún, Inti-Illimani, Illapu, Los Jaivas y Congreso; también figura Víctor Jara en el programa, pero no en el afiche. Consultada la Vicerrectoría de Comunicaciones primero, ante mi protesta y anuncio de renuncia, afirma no tener conocimiento del acto, y después, ratifica que el acto no se suspenderá. Se le escribe a unas 50 personas de la Universidad para que protesten también. Recibo unas 10 o 12 respuestas de apoyo. Me contestan rechazando mi postura los profesores Hernán Corral y Braulio Fernández. Después lo harán el Decano Jorge Peña, el profesor Joaquín García-Huidobro y el directo de la camerata, Enrique Browne. Intercambiamos correos con algunos de ellos.

Presento mi renuncia partir del 1º de diciembre de 2015; me es aceptada por el Decano Peña; el Tributo se realiza con éxito según información muy destacada de El Mostrador; poco antes Quilapayún tuitea calificándome de "monstruo". Solicito a la Universidad, en tres oportunidades sucesivas, un pronunciamiento oficial rechazando esa expresión y en defensa de mi honra. Se me contesta con un correo privado rechazando toda opinión ofensiva, pero la Universidad no emite ninguna declaración pública; el profesor García Huidobro lleva el tema del Tributo a El Mercurio donde intercambiamos un par de cartas.

Segundo, dos consideraciones.
La primera, el silencio oficial de la Universidad. Un lector neutral puso el tema en El Mercurio, muchas personas escribieron a diversas autoridades; yo presenté mi renuncia pública e hice más de una docena de referencias al Tributo en diversos medios. La Universidad permaneció en silencio. El mismo silencio relativo al tuit de Quilapayún. Había que bajarle el perfil a un tema obviamente incómodo. No se optó por reconocer un error grave.

La segunda, el empeño de los voceros oficiosos de la Universidad -García-Huidobro y Corral- por tratar de explicar que una Universidad con principios y prácticas cristianas no se contradice a sí misma aunque haga homenajes a grupos que han promovido la lucha de clases, el odio, la violencia y que -algunos de ellos- participaron directamente en el intento por implantar un régimen marxista en Chile. Quienes hayan seguido los argumentos de estos profesores podrán juzgar hasta dónde ha llegado su errónea concepción del arte, de la universidad y de la historia presente del país.

No sé si vamos a ver más de esto mismo. Ojalá que no, porque no se lo merece nadie en la Universidad de los Andes. No se lo merece tampoco toda esa enorme cantidad de gente que ha venido confiando en la Universidad de los Andes.

Sólo sé que en esta oportunidad había que decir: no, eso no se hace. Y habrá que seguir diciéndolo cuando haga falta.

Gonzalo Rojas Sánchez

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Columna publicada el 25 de Noviembre de 2015.




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Profesor Hernán Corral Talciani


Estimado Gonzalo: ante tu nueva embestida, me gustaría precisar que mi intervención en este penoso asunto ha sido exclusivamente personal y nunca he pretendido ni representar ni hacer de agente oficioso de la Universidad. Todo lo que he escrito sobre el tema, privadamente en correos electrónicos dirigidos a ti o en las redes sociales, lo he hecho en ejercicio de mi libertad personal y académica. No ha sido consultado ni con las autoridades de la Universidad, ni con otros profesores de ella (incluido Joaquín G-H).

Lamento que la Universidad no haya emitido una declaración fuerte y clara sobre tu denuncia. Si no lo ha hecho seguramente ha sido por el aprecio a tu persona y por lo mucho que la institución te debe.
Pondré esta nueva columna tuya en mi facebook, y espero que tú pongas el post de mi blog en el tuyo, para que sean los lectores los que puedan apreciar las posiciones de cada uno, explicadas por sus propias palabras.

Saludos cordiales
Hernán

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Profesor Gonzalo Rojas Sánchez


 Gracias querido Hernán.

Las únicas dos voces de profesores de la Universidad que se han manifestado en público han sido la de Joaquín y la tuya. La Universidad, como bien dices, no ha emitido declaración alguna sobre el tema. Deduzco que ha preferido hacerlo a través de ustedes. En una institución pensante, esas cosas... se piensan. En todo caso, el silencio de la Universidad es una curiosa manera de apreciar a un profesor que ha sido insultado por los mismos que han recibido un homenaje de la Universidad. Es obvio que el zapato chino era muy incómodo y el sacrificado he sido yo.

Cuando argumento, no embisto: defiendo mis posiciones sin agredir a nadie personalmente.

Un abrazo

Gonzalo